CAMPAÑA MUNICIPAL U OTRAS COSAS.
Opinión: Ángel Sánchez
Estamos asistiendo a una precampaña en la que el papel de los líderes de los partidos políticos nacionales está, como es tradicional, tomando partido. Esto, desde el punto de vista de los efectos que tradicionalmente se atribuye a las campañas persigue la activación del electorado en función de argumentos basados en políticas generales. Igualmente, reforzar al electorado afín a las señas de identidad partidaria es otro de los objetivos, aunque el último efecto señalado por los analistas de las campañas, el de la conversión, es más dudoso, dado lo que se juega realmente el 28 de mayo. Quizá en el electorado de las grandes ciudades estos efectos pueden ser más acentuados y quizá evaluables, aunque tengo mis dudas que en el ámbito de un municipio como el nuestro, tenga un efecto más allá de las zonas más periféricas y, por lo tanto, con un menor contacto con la vida social y política municipal, barrios donde los candidatos y candidatas locales deberán hacer un mayor esfuerzo informativo, no sólo por sus intereses, sino por la democracia municipal misma.
Soy, por convicción, federalista, también en el ámbito municipal. Considero que la autonomía empieza por respetar lo más sustancial de la democracia municipal: la elección directa de representantes y la constitución a través de éstos de gobiernos viables basados en propuestas políticas circunscritas al ámbito de las competencias que, en un estado descentralizado tiene cada institución. Por esta razón considero que la campaña de las elecciones municipales debería ser eso: municipal y no otra cosa.
La participación de los líderes nacionales, si es para resaltar el proyecto o la propuesta política que su candidatura representa en ese pueblo o ciudad, me parece apropiada e incluso positiva siempre y cuando no mezclemos lo nacional con lo local. Lo que no puedo compartir es que, sobre la base de argumentos nacionales se diluyan los proyectos o propuestas concretos que un partido que se presenta a las elecciones municipales o autonómicas pueda o quiera representar.
El contexto de tribalismo, de grupos cerrados y enfrentados puede solapar e incluso anular los proyectos de gestión municipal, desvirtuando y condenando a la democracia municipal a ser una mera “invitada” en nuestro sistema político. No se puede “presumir” de municipalismo y a la vez desvirtuar la política y la democracia municipal sobre la base de un debate que, afectando a la ciudadanía, lo hace en el ámbito nacional pero no estrictamente en el local.
Creo que la ciudadanía de los municipios y ciudades tiene el derecho y el deber de elegir a sus representantes sobre argumentos lo más cercanos posible. Los candidatos y candidatas municipales, si quieren representar un verdadero proyecto y no sólo servirse de unas siglas determinadas, tienen la obligación política y la responsabilidad democrática de poner en valor, prioritariamente lo municipal frente a lo general, pues lo que se dilucida el 28 de mayo no es quien gobierna nuestro país, sino quién lo hace en nuestro municipio y qué líneas políticas son las que, de forma agregada prefieren los y las vecinos y vecinas. Si se es verdaderamente municipalista, los líderes nacionales tendrían que hablar de financiación municipal, de la flexibilización de la ley de contratos, de la organización de las estructuras administrativas, etc. Hablar de las políticas nacionales aprobadas o de la derogación de éstas no aporta casi nada al municipalismo.
Que vivimos un clima de desafección hacia la política en todos sus ámbitos y niveles creo que no es descubrir nada nuevo. Si la democracia municipal, primer escalón de nuestro sistema político se desvirtúa en su esencia, flaco favor le estaremos haciendo al municipalismo, como parte esencial de la política, al instrumentalizar lo local en favor de lo estatal, diluyendo igualmente en un totum revolutum los intereses más cercanos y los servicios y políticas más cotidianas.