Ángel Sánchez

SI, PERO…

Opinión: Ángel Sánchez

| Radio El Campello

SI, PERO…
Opinión: Ángel Sánchez

Como afiliado del PSOE, he participado en la proceso convocado por el Comité Federal para consultar a los y las militantes del partido sobre los pactos para formar gobierno. La pregunta ha sido: ¿Apoyas el acuerdo para formar un Gobierno con Sumar y lograr el apoyo de otras formaciones políticas para alcanzar la mayoría necesaria?”. Mi voto fue si, pero no fue un si dirigido a nuestro Secretario General y candidato a la presidencia: fue un si a un acuerdo con Sumar y a buscar el acuerdo con las formaciones nacionalista, con el objetivo de que la extrema derecha y sus políticas no lograra gobernar por inacción de los y las progresistas.

La consulta a la afiliación socialista no ha sido un plebiscito sobre el Secretario General, que ya ganó unas elecciones primarias y al que, pese no haber sido mi candidato en ese proceso donde fue elegido, si es mi Secretario General, porque ante todo soy leal porque soy demócrata, pero no servil.

Muchos y muchas compañeros y compañeras han salido públicamente para demostrar su adhesión al Secretario General, algo que en mi opinión era innecesario porque, como he dicho, no se cuestiona su liderazgo. Y lo han hecho, porque el Secretario General ha promovido una “bulgarización” del partido (con el apoyo mayoritario de una militancia a veces convertida en meros y meras acompañantes) anulando la necesaria existencia de contrapesos en el seno del partido, fomentando la adhesión personal acrítica.

Voté si, con muchas reservas. Y mis reservas no eran sobre el acuerdo con Sumar, ni siquiera sobre la amnistía como peaje del acuerdo con el nacionalismo, fundamentalmente catalán. La amnistía no me asusta porque, ni rompe España ni crea desigualdades entre los españoles pues el Estado de derecho velará por su legalidad. La amnistía es un gesto necesario, al igual que lo fueron los indultos, para demostrar claramente a la ciudadanía catalana que el Estado no es el opresor, como no lo ha sido desde la recuperación de la democracia.

Voté si, con la esperanza de que el nacionalismo catalán, centrado en las políticas, arrinconase (sin renunciar a sus legítimos objetivos políticos e ideológicos) la política de confrontación al tener un interlocutor en el Estado que antepone el dialogo a la confrontación (en la que aparentemente se siente cómodo una parte del secesionismo). Pero la evidencia de que el nacionalismo representante de la burguesía catalana sigue siendo absolutamente desleal (es la actitud de Puigdemon y sus acólitos), incluso cuando el Estado les tiende la mano en beneficio, fundamentalmente, de la ciudadanía, de la clase trabajadora parece una triste y penosa evidencia. A ERC parece que si le ha importado esa gente, pero para Junts aparentemente es más importante el maximalismo secesionista que la vida cotidiana de esa gente corriente que, por otro lado, ya ha sufrido sus políticas de recortes neoliberales, como buena derecha que son, pese a las “esteladas” que enarbolan.

La pregunta quizá tendría que haber sido más amplia, y también quizá debería haberse abierto a los y las votantes socialdemócratas. No obstante entiendo que los plazos condicionan pero, ¿por qué el Comité Federal (como mínimo y como máximo órgano entre congresos) no estableció el marco de máximos de la negociación con los nacionalistas dedicándose únicamente a vitorear al Secretario General?.

La derecha se rearma, y no por las razones que esgrimen, que son únicamente soflamas antidemocráticas, sino por la sinrazón, fruto de la ausencia de explicaciones más allá de lograr la investidura. La capacidad pedagógica ha estado y sigue ausente, dejando el espacio para la creación de un perverso relato a la derecha y la extrema derecha, construido sobre cuestiones que manejan a la perfección (emociones y adhesiones) máxime cuando la izquierda pierde o abandona la explicación de los hechos y, sobre todo, de los objetivos políticos, que en definitiva son los que yo he apoyado con mi si en la consulta.

Soy consciente que mi discrepancia, hecha pública, puede ser vista, entendida o utilizada como una deslealtad, pero nada más lejos de la realidad. Mi discrepancia parte de una actitud leal pero sin renunciar a la crítica constructiva; una actitud democrática en la que antepongo mi compromiso con las políticas progresistas al liderazgo coyuntural en el partido al que estoy afiliado. Por convicción y por principios creo que el PSOE (en el que han convivido, conviven y convivirán diferentes almas, siempre en tolerancia democrática) como principal partido progresista, no se juega únicamente la presidencia del gobierno, sino el futuro a medio plazo de la socialdemocracia española como herramienta con ambición mayoritaria para mejorar la vida de las clases trabajadoras.

Creo humilde y lealmente, que es necesario recuperar el sentido crítico, incluso hacia nosotros mismos; es preciso abandonar esa especie de culto a la personalidad que condiciona e incluso enfrenta la militancia con nuestros valores y principios más allá de las coyunturas. Creo que una frase de Eduardo Madina podría resumir perfectamente lo que deberíamos recuperar entre todos, empezando por nuestro Secretario General, para seguir siendo útiles a las clases trabajadoras y las políticas de progreso “la cultura del PSOE no es que todo el PSOE siga el proyecto del líder, sino que el líder pone cara y voz al proyecto del PSOE”.

Espero sinceramente que se produzca la investidura y las políticas del gobierno de coalición sigan mejorando la vida de la gente humilde y trabajadora. Ese es nuestro mejor argumento contra la intoxicación de la derecha, pero también como aval de nuestro compromiso más allá de los acuerdos coyunturales a los que nos vemos obligados a llegar.

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