LA CAMPAÑA ELECTORAL
Opinión: Ángel Sánchez
Seguramente, muchas personas ya tendrán decidido a quien votar o no el próximo 28 de mayo, o incluso si irán a votar. Es posible que también hayan pensado votar a un candidato o candidata en las elecciones municipales y otro u otra en las autonómicas. También es posible que a algunos vecinos y vecinas no les interese quien encabeza la lista y voten únicamente por sus predisposiciones y preferencias ideológicas o partidistas mientras otros miran con lupa quien es el candidato, o quizá no le haga falta pues se siente atraído o identificado con la persona. Todo es posible y todo influye, en mayor o menor grado en la campaña electoral.
Si por algo se caracteriza el período de campaña electoral es por el volumen de información. Primero se presentan los candidatos y candidatas, se hace una declaración de intenciones, habitualmente retórica sin entrar en mucho detalle. Posteriormente se presenta al resto de la candidatura que acompañará al o a la líder para, ya en campaña y con permiso legal para hacerlo, pedir expresamente el voto.
El período de información confiere a la ciudadanía un “poder”: evaluar, o si lo prefieren, juzgar. A través de la información de quienes son, que han hecho y que quieren hacer, nos trasladan a la ciudadanía los argumentos para intentar convencernos de que demos nuestro preciado voto a unos u otros. Por lo tanto, ese poder del que se inviste el electorado debería ejercerse en forma de control, tanto de lo realizado, como de las intenciones expresadas y su viabilidad. Es complicado, pero en mi opinión democráticamente necesario, intentando separar, por un lado los ámbitos de lo que nos jugamos (un gobierno local y uno autonómico y no otra cosa) y si nuestra vida local es hoy mejor o no respecto a hace cuatro años.
Como decía al principio, un número indeterminado de personas ya han decidido si votar y a quien y otras no. Pero, ¿las que han decidido su voto, podrían cambiarlo o las que no saben si ir a votar, encontrarán motivos para finalmente acudir a las urnas?. Sobre éste aspecto hace un tiempo tuve la oportunidad de leer un trabajo publicado por dos investigadores de la Universidad de Princenton (en 2008) titulado El votante persuadible. Los autores intentan explicar la decisión electoral en función de las estrategias de los candidatos y candidatas. Para ellos (entre otros) los temas sobre los que los candidatos y candidatas apoyan sus argumentos son cruciales para persuadir a esos votantes que, teniendo decidido a priori su voto, podrían cambiarlo o para los que no habían decidido todavía si votar, hacerlo. En definitiva, a través de los temas, se pretende crear una ambivalencia para que el electorado (reforzado, en principio, tanto por el líder como por la afinidad partidista) cambie de opinión o, como mínimo, se desmovilice. Los ejemplos que podríamos poner son diversos en política nacional y creo que con un poco de atención (e incluso de introspectiva) podríamos darnos cuenta pero, ¿qué temas podrían ser suficientemente importantes a nivel local como para producir esa disonancia entre lo que se prefiere y finalmente lo que se vota?.
Seguro que más de uno o una estará haciendo un listado mental de los temas, tanto a favor como en contra, incluidos los partidos, que habrán planificado su estrategia en virtud de fortalezas y debilidades propias y de los adversarios. Tendremos oportunidad de analizar y reflexionar sobre los diferentes temas cuando se dé el pistoletazo de salida oficialmente a la campaña y valorar tanto desde el análisis retrospectivo que con toda seguridad se realizará (en todas las introducciones de los programas electorales, seguramente) como el prospectivo o de futuro, teniendo igualmente la oportunidad de, a modo de análisis de discurso, evaluar ambos desde la pasión de unas elecciones municipales en las que decidimos quien o quienes, pero también el qué.