Se libró por los pelos, atentaron contra su vida
Opinión. Pascual Rosser Limiñana
El pueblo alicantino estaba de celebración y de homenaje al ejército español y a las fuerzas de orden público en un jolgorio colectivo. En este ambiente de fiesta nada hacía presagiar el atentado que se iba a producir ese día.
Por las calles alicantinas desfilaban tropas del Regimiento de Infantería nº 4. Este desfile estaba destinado a homenajearlos – como en toda España – por la intervención del ejército (legionarios y regulares de África) y de fuerzas de orden público (guardia civil) en los sucesos revolucionarios de Asturias, sofocando la rebelión, según nos narra el cronista Enrique Cerdán Tato en La Gatera. Recordará este suceso, fue un movimiento revolucionario que terminó en un movimiento armado contra el gobierno republicano. Ocurrió entre el 5 y 19 de octubre de 1934.
Pero deje que vuelva al desfile y al acto terrorista que pasó durante su recorrido, que es el objeto de esta crónica y no otro. Entre los vítores, los aplausos, los vivas, se escuchó un disparo. De la sorpresa se pasó al revuelo. Gritos, carreras, confusión. El desfile se paró. El militar a quien iba dirigido el tiro se vio rodeado de su escolta. Uno de ellos corrió detrás de su agresor para evitar que disparara de nuevo, para detenerlo.
En la escena del crimen participó un militar republicano de ata graduación y un anarquista, ya ve Dios los cría y ellos se juntan. Y los alicantinos allí congregados, sorprendidos por lo que estaba ocurriendo. Un pueblo desea la fama por sus victorias no por sus derrotas, por sus aciertos no por sus fracasos.
Ahora le doy los detalles. El militar objetivo del pistolero anarquista fue el teniente coronel Fernández Arteaga que participaba en el desfile. Ocurrió en la alicantina calle Jorge Juan el 29 de octubre de 1934
El que había intentado asesinar al teniente coronel era un anarquista, zapatero remendón de profesión, que se llamaba Manuel Morente Suárez, de 61 años, nacido en Porcuna (Jaén), curtido en faenas e ideología. Su acto no fue fruto de una locura repentina, sino de una decisión meditada por su manera de pensar y de actuar.
El pistolero anarquista disparó su arma, pero no acertó en su blanco. Cuando iba a hacer un segundo disparo, se le encasquetó su pistola ante los nervios de haber sido descubierto. En ese momento un sargento de cornetas le golpeó con su instrumento en la cara, desestabilizándolo, y el capitán Meca lo redujo y detuvo. El anarquista se defendió como pudo, dando puñetazos, patadas, incluso un mordisco en una mano a su opresor. Después fue entregado al jefe de la Policía Urbana quien se puso a disposición de las autoridades militares para esclarecer los hechos. Ese mismo día el comandante Gordejuela abrió diligencias sumarias para iniciar un consejo de guerra contra Morente. Fue condenado a 6 años de prisión por tentativa de homicidio contra el militar citado, a 2 años por tenencia ilícita de arma de fuego y a 12 años por lesiones por el mordisco que le dio a quien le detuvo. Vaya con el mordisco, fue la pena que más sumó a su condena.
Con anterioridad al disparo, el desfile se desarrollaba con total normalidad. Los actos estaban presididos por el general García Aldave, comandante militar de la provincia; así como por Vázquez Limón, Gobernador Civil; Alfonso Martín de Santa Olalla Esquerdo, alcalde de Alicante; Manuel Prytz, decano del cuerpo consular; además de otras autoridades. En la prensa local se alabó el desfile manifestando que “recorrieron las más importantes vías, entre una continua ovación y delirantes aclamaciones de la muchedumbre. Terminado el desfile, se sirvió una comida extraordinaria (…) pronunciando un patriótico discurso Manuel Prytz, en nombre de las fuerzas vivas, siendo contestado con elocuencia y patriotismo por el general García Aldave”.
Los periódicos nacionales también se hicieron eco del desfile y del atentado. Entre ellos, el periódico ABC dedicó su portada del 30 de octubre de 1934, y páginas interiores, a ambos acontecimientos, uno festivo, otro violento. A su vez, el periódico AHORA resaltó el desfile, como los que se desarrollaron en el resto de España con la misma finalidad festiva, y dedicó una columna para relatar el atentado frustrado en Alicante por un pistolero anarquista.
Pero permita que coloque en el tiempo este desfile en relación con la revolución de octubre de 1934 en Asturias. Ocurrió después de las elecciones generales de 19 de noviembre de 1933 en las que ganó la derecha de Jose María Gil Robles seguido de los republicanos de Alfonso Lerroux, aunque Alcalá Zamora propuso a este en vez de a aquel porque era más moderado. La entrada en el gobierno presidido por Lerroux de tres ministros del partido de Gil Robles fue el detonante – según Jordi Amat – para que la izquierda promoviera el movimiento revolucionario en Asturias que desencadenó en una involución armada contra el gobierno republicano con miles de muertos.
En octubre de 1934 “existía un clima de tensión incontrolable, con violencia en las calles. Entre las clases trabajadoras cundía la convicción de que tantas esperanzas depositadas en el cambio de régimen no habían implicado a la hora de la verdad un cambio en sus condiciones de vida”, según escribe Jordi Amat en su libro “Tres periodistas en la revolución de Asturias”.
En este clima de tensión, “la República se estaba quedando sin republicanos o, dicho de otra manera, a los republicanos el régimen casi acabado de comenzar, se les estaba escapando de las manos”, según Gaziel, comentarista de La Vanguardia en esos meses de 1934.
En palabras de Stanley G. Payne en su libro “En defensa de España. Desmontando mitos y leyendas negras” afirma que “entre 1932 y 1934 los anarquistas y los socialistas habían protagonizado cuatro insurrecciones violentas y todas habían fracasado”, como esta de Asturias.