Opinión. Pascual Rosser Limiñana
El legado de Elcano
Érase una vez un marino con ganas de conocer nuevos mundos, de echarse a la mar y realizar grandes aventuras. Erase un héroe y su legado. Un vasco al servicio de la Corona española en busca de una nueva ruta a las islas de las Especias, distinta de la que pasaba por el Cabo de Buena Esperanza que dominaban los portugueses. Se preguntará que tiene que ver esto con Alicante. No se apure, ahora se lo cuento.
Me refiero a Juan Sebastián de Elcano, quien dio la primera vuelta al mundo demostrando – entre otras cosas – que la tierra es redonda. En su escudo de armas concedido por el Rey de España Carlos I hay un globo terráqueo y a su alrededor una leyenda trenzada que dice “Primus circundedisti me”, “el primero que me circunnavegaste”.
Eche la vista atrás hacia aquella España del siglo XVI. Recuerde a Magallanes, quien convenció al Rey de España para buscar un estrecho en América del Sur que uniera el océano Atlántico con el Pacífico. Partió con cinco naves redondas desde Sevilla el 10 agosto de 1519 y de Sanlúcar de Barrameda el 20 de septiembre de ese mismo año. Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago eran los nombres de estos barcos, con 239 tripulantes a bordo.
Magallanes encontró ese paso, cruzó el Pacífico hacia las islas de las Especias, las Molucas. Pero en vez de regresar con el objetivo cumplido, se metió en un conflicto indígena que no era el suyo, perdiendo la vida (21 abril 1521).
Poco después Elcano fue nombrado líder de esa expedición marinera o lo que quedaba de ella. Y tomó una decisión que lo haría inmortal. Fue la más difícil. Regresar a España por el océano Índico camino del Atlántico, en vez de volver por el Pacífico que es por donde habían llegado a esas islas. Sabía que lo buscaban marinos portugueses para detenerlos porque creían que las islas “conquistadas” por Magallanes y Elcano eran soberanía portuguesa. Por el Tratado de Tordesillas de 1494 no era así, pero imagine cómo discutirlo si te persiguen a cañonazos. Mejor hacerlo ya en casa entre quienes están acostumbrados a negociar.
Otra sabia decisión de Elcano fue no tocar tierra hasta Cabo Verde después de pasar por un tormentoso Cabo de Buena Esperanza. No se imaginaban que les iba a costar tanto superarlo porque es “el más grande y peligroso de la tierra” en palabras del cronista Pigafetta que lo sufrió a bordo de la nao Victoria.
No le aburriré aquí con datos, tan sólo decirle que Elcano lo consiguió en un claro ejemplo de liderazgo, de constancia, de creérselo a sí mismo y de contagiar a la tripulación con su ímpetu, convencido que era posible alcanzar su meta esquivando a los portugueses que le perseguían para apresarlo. Como escribió al Rey Carlos I cuando llegó a Sevilla, “resolvimos de común acuerdo morir antes que caer en manos de los portugueses y así, con grandísimo trabajo de la bomba, bajo la sentina, día y noche no hacíamos otra cosa que echar fuera el agua, estábamos tan exhaustos como ningún hombre lo ha estado antes”.
Elcano llegó con su nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda el 6 de septiembre de 1522 y a Sevilla dos días después con tan sólo 19 tripulantes y con la bodega del barco llena de especias, muy cotizadas por aquél entonces. Y con esta victoria consiguió, sin ninguna duda, que los españoles fueran los primeros en dar la vuelta al mundo recorriendo los mares y los océanos.
Después de las felicitaciones en tierra firme, de las condecoraciones reales, de los reconocimientos, de estar con su familia, volvió a la mar. Otra vez rumbo a las Molucas. Hizo testamento, quería dejar por escrito sus últimas voluntades. Por si acaso. Y así como el oraba a Dios en las oscuras noches de tormenta, imaginaba que igual lo hacían unas monjas de clausura en un pequeño monasterio donde guardaban un tesoro, uno de los paños donde Jesús dejó grabada su cara al limpiarle la sangre poco antes de ser crucificado. Imagino que ya sabe que me refiero al Monasterio de la Santa Faz en Alicante. Pues sí, Elcano legó a esas monjas de clausura 24 ducados de su patrimonio.
Elcano no volvió de ese último viaje. Partió para su eterna travesía allende los mares. Entonces, ¿quién donó a esas monjas de clausura lo que Elcano dejó escrito en su testamento? Parecía que había caído en saco roto. Pasaron los siglos, nada menos, hasta que otro marino hizo justicia. Entregó ese donativo a las monjas de clausura citadas. Más vale tarde que nunca. Ya verá.
Fue el 20 de abril de 1944. Una alta representación de la Armada, autoridades civiles y todo el que quiso del pueblo alicantino, cumplieron el legado de Elcano. Partiendo desde las calles de Alicante marcharon al caserío de la Santa Faz en peregrinación. Entre ellos, el Almirante Basterreche, Capitán General del Departamento Marítimo de Cartagena, así como el Capitán de Fragata José Garat, como Comandante Naval de Alicante. Entregaron a las monjas Clarisas del Monasterio de Santa Faz lo que Elcano dejó escrito, concretamente que “se entregue bajo recibo, en el Convento de la Santa Verónica en Alicante, veinticuatro ducados de promesa”, que correspondían a 15.000 pesetas. También se hizo entrega de un exvoto de la nao Victoria que actualmente está colgado de uno de los lados de la nave principal de la iglesia del Monasterio junto con unos azulejos donde se cuenta todo esto. El ABC dejó cuenta de este acontecimiento entre sus hojas del periódico del día siguiente.
Para conmemorar el 500 aniversario de la vuelta al mundo por Elcano, el Ayuntamiento de Alicante y la Delegación alicantina de la Real Liga Naval Española solicitaron al Comandante Naval de Alicante que el buque escuela Juan Sebastián de Elcano de la Armada española hiciese escala en Alicante en su viaje de instrucción de Guardiamarinas de este año ya que su periplo se ha iniciado por el Mediterráneo siendo Barcelona el último puerto español donde ha hecho escala antes de pasar por la costa alicantina. Al parecer no va a poder ser. Navegará frente a Alicante, en alta mar, por la noche en la madrugada del 21 al 22 de marzo, con rumbo a Cartagena. Pero la petición mencionada no cae en saco roto. La Armada sabe del interés de las altas responsabilidades políticas de la ciudad para que el Juan Sebastián de Elcano fondee en la bahía o arribe al puerto de Alicante y si no puede ser en esta ocasión lo hará en otra ya que hay muchas efemérides que se pueden celebrar relacionadas con Elcano. Que así sea.