¿Vixca?
Opinión: Ángel Sánchez
En el País Valenciano, la lengua sigue siendo rehén de una batalla política que debería haberse resuelto hace décadas. Pese al consenso científico y académico que establece que el valenciano es la misma lengua que el catalán, sectores de la derecha valenciana, reforzados por su ala ultra, insisten en negar lo evidente. No se trata de un debate filológico, sino de una estrategia política que revive el blaverismo más beligerante, aquel que nació en la transición como reacción visceral a un imaginado catalanismo y que hoy se recicla como herramienta de agitación cultural.
La Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), institución reconocida por el Estatut d’Autonomia, dejó claro en 2005 que el valenciano forma parte del sistema lingüístico catalán. Esta afirmación no es ideológica, sino científica. Sin embargo, para para la derecha y medios afines, esta verdad es incómoda. Prefieren alimentar el mito de una lengua “propia” desligada de cualquier vínculo con Cataluña, aunque ello implique despreciar décadas de investigación y consenso académico.
La necedad no reside solo en negar la evidencia, sino en convertir esa negación en bandera política. El blaverismo actual no busca proteger el valenciano, sino instrumentalizarlo. Cualquier intento de normalización lingüística, de mejora educativa o de cooperación cultural es tachado de “pancatalanismo”. Así, el progreso se convierte en sospechoso, y la lengua en campo de batalla.
Esta estrategia tiene consecuencias. Se frena la enseñanza del valenciano, se obstaculiza su uso en la administración, y se perpetúa una visión provinciana que empobrece el debate público. Se impide que la ciudadanía acceda a una política lingüística racional, que proteja la lengua sin caer en el esperpento de inventar lenguas por decreto.
Mientras tanto, hay quienes siguen repitiendo consignas como si fueran dogmas. Para ellos, cualquier avance en la defensa del valenciano es una amenaza. Y así, el discurso público se llena de ruido, de prejuicios, de falsedades. La lengua, en lugar de ser puente, se convierte en trinchera.
Pero la lengua no es culpable. Lo son quienes la manipulan. Lo son quienes prefieren el ruido al rigor, el prejuicio a la pedagogía. Lo son quienes, en nombre de una identidad mal entendida, renuncian a la verdad. Y lo son, sobre todo, quienes desde las instituciones permiten que esta necedad se perpetúe
Creo humildemente, que es hora de recuperar el sentido común. De defender el valenciano desde el conocimiento, no desde la agitación. De construir una política lingüística que respete la diversidad sin renunciar a la verdad. Porque solo así podremos avanzar hacia una sociedad más culta, más libre y más democrática.