Ángel Sánchez

LA PRECAMPAÑA Y LAS REDES SOCIALES.

Opinión: Ángel Sánchez

| Radio El Campello

LA PRECAMPAÑA Y LAS REDES SOCIALES.
Opinión: Ángel Sánchez

Hablamos con total normalidad de un término no reglado en las normas del juego electoral. Las precampañas no son un fenómeno nuevo, pero la digitalización de la información y, por ende de la propaganda utilizando las nuevas herramientas tecnológicas, aporta un nuevo elemento distorsionador en la discusión pública que la vuelve, si cabe, más asimétrica.

Las precampañas han formado y forman parte del ritual electoral pese a que no existe, ni acuerdo sobre su contenido, ni regulación, ni por supuesto una fecha a partir de la que podamos considerar que la precampaña se ha iniciado. ¿Cuándo se inicia la precampaña, el último año, los últimos seis meses, desde el inicio mismo del mandato se está en precampaña?.

Que los partidos políticos, candidatos y candidatas persigan la elección o reelección es lógico y entra dentro de la normalidad. La cuestión, en mi opinión, a dilucidar, es si la precampaña impacta o no en el rendimiento de los gobiernos o puede y debe ser compatible con la gestión de los asuntos colectivos hasta el día mismo en que el mandato finalice por la convocatoria oficial de elecciones municipales. Lo que sí parece formar parte de las creencias instituidas en los partidos de gobierno, es que la memoria política del último tramo de mandato es importante pues se considera que puede tener influencia en la construcción del relato que se quiere imponer en el imaginario inmediato del electorado.

Una de las cuestiones (en mi opinión, relevante, dado el impacto que en nuestra realidad tecnológica tienen) que se dan, al menos en los datos que he podido recabar de diferentes poblaciones, incluyendo la nuestra, es el uso partidista que se hace de las redes sociales institucionalizadas (no son institucionales pues, al no existir una regulación, no forman parte del entramado institucional). No para informar, o mejor dicho, no sólo para informar, sino para hacer publicidad o simplemente propaganda del candidato o candidata que ostenta el gobierno mediante constantes apariciones para “informar” de cuestiones intrascendentes dado su carácter cotidiano.

Si observamos los datos de las diferentes páginas “oficiales”, con “miles” de seguidores y seguidoras (sumando y restando los y las que tienen presencia en las diferentes redes la cifra sigue sumando miles), podríamos empezar a valorar la potencial incidencia que las estrategias en redes sociales pueden llegar a tener para el diseño de una estrategia de comunicación política (y electoral) gubernamental. La cuestión que planteo es, ¿el gobierno de turno debe tener control total sobre las cuentas en redes sociales y, utilizando la imagen institucional, hacer publicidad política?. O por el contrario, ¿las cuentas oficiales deben utilizarse únicamente para informar, absteniéndose los y las responsables de su mantenimiento de publicar imágenes de cargos políticos locales como principales protagonistas de las diferentes actuaciones municipales?.

Mi opinión personal se decanta por la necesidad de regular el uso de las redes sociales impidiendo o reduciendo el uso partidista de un foro cuyo objetivo debería ser, en todo caso, informar sobre las actuaciones públicas, recogiendo a la vez las opiniones sin ningún tipo de filtro (filtros que en la actualidad, existen). O lo que es lo mismo: sacar las redes oficiales de la institución de las dinámicas partidistas, pues para eso ya existen otras vías.

Es un hecho incuestionable, que los modos y formas en los que la ciudadanía accede a la información política e institucional ha cambiado sustancialmente con el paso del tiempo, pero la emergencia de mecanismos como las redes sociales, cuyo nacimiento despertó una especie de ilusión democratizadora, ha convertido las nuevas herramientas de información en un elemento más de persuasión casi continua en manos de los gobiernos de turno. Y además se une a ésto que, al menos en apariencia, los gobiernos dejan de gestionar los asuntos relevantes en el último tramo del mandato para sumergirse en una intensa estrategia de marketing político con el objetivo de crear o consolidar una imagen de gestión basada en sesgos que nos incitan a retener imágenes (que, insisto, son parte de la cotidianidad) como hechos relevantes en favor de quien gobierna.

Una iniciativa, creo que interesante, sería la elaboración (en caso de existir) de un Reglamento de Organización municipal que, además de otras cuestiones, regulase el uso de las redes sociales y las herramientas digitales. Los partidos, candidatos y candidatas y las candidaturas electorales tienen sus propias vías privadas para intentar convencer, fidelizar, activar o desactivar a los votantes.

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