¿Por qué Bola de Oro cuando se llama plaza del Sol?
Opinión. Pascual Rosser Limiñana
Muchas veces llamamos a los sitios según la costumbre del lugar transmitida de padres a hijos, diferente a su propio nombre. Por citarle un ejemplo, aún muchos jóvenes quedan en las escaleras del Banco de Alicante cuando ahora es la sede del hotel EuroStars-Lucentum.
Un amigo me preguntó hace unos días por qué se llama Bola de Oro cuando es la plaza del Sol. Como todo en la vida, tiene una explicación. Allí hubo un gran chalet de un empresario abulense que antes de instalarse en esa vivienda emigró para hacer las Américas, y las hizo. Se enriqueció, volvió a su patria y se afincó en Alicante. Buscaba una ciudad pequeña con un buen clima. ¿Le suena? No fue ni el primero ni el último con este mismo afán. Mucho tiene esta tierra hospitalaria para ejercer de ese efecto llamada a gentes de bien.
El chalet tenía por nombre San Miguel, propietario de Leandro Galán, colindante con una fábrica de mosaicos hidráulicas situados en la parte norte de lo que sería la plaza citada. A su vez, Galán montó una tienda de tejidos en la plaza Isabel II (actual plaza de Gabriel Miró) que tuvo mucho éxito. Con el tiempo y la fama de esta tienda, Leandro Galán era llamado por el vecindario «el de la Bola de Oro». Y así se quedó este reconocimiento y este nombre en esa zona de Alicante. Ya ve, sencillo, ya tiene el misterio resuelto.
Pero permita que le cuente algunas cosas más de este personaje y de su comercio. Este empresario regresó de Santa Fe, en Argentina, a principios del siglo XX con los bolsillos llenos de billetes y quiso emprender e iniciar una nueva andadura empresarial. Eligió Alicante para hacerlo. Era un buen momento con un gran desarrollo urbanístico, un puerto pujante en el tránsito de mercancías y una ciudad mediterránea en claro crecimiento demográfico.
Leandro Galán abrió su local comercial en la plaza de Isabel II (actual plaza de Gabriel Miró). En la fachada de esta tienda colgaba una gran bola de oro para llamar la atención, además de dar con esta el nombre a este establecimiento. Estaba dedicado a vender telas traídas de diferentes partes de España y del mundo para gusto de todos. Tuvo mucho éxito. Se situaba en el nº 20 de dicha plaza. Por suerte, el tranvía nº 1 con destino desde esta plaza al barrio de Benalúa (y a la inversa) paraba en frente de la Bola de Oro. Lo recuerda bien Araceli Martínez Pineda en su libro «La plaza de Gabriel Miró, testigo de mi vida».
La tienda de la Bola de Oro estaba instalada debajo de la Notaría del padre de Jose María Py, con quien Leandro hizo una gran amistad. Se hicieron amigos inseparables. Por esa amistad, Galán fue colaborador necesario de Jose María Py en la fundación de las Fogueres de San Juan (1928), las fiestas mayores de Alicante. Así lo manifiesta Armando Parodi en diversos trabajos escritos por él, por ejemplo, en «Solsticios: origen de las fiestas del fuego». Las primeras reuniones se hicieron en el chalet San Miguel propiedad de Galán, además de en el Círculo Mercantil. El periódico católico ultraconservador «La Voz de Levante» se hizo eco de este gran proyecto festero. Aunque Leandro Galán quedó en el anonimato porque no casaba con la ideología conservadora de los que acompañaron a Py en esta iniciativa ya que vino de América con ideas muy progresistas. Aun así, Leandro Galán fue presidente-fundador de la foguera de Carolinas (1928) y lideró las primeras comisiones del barrio (1929): Carolinas Altas y Carolinas Bajas.
Esta plaza de Isabel II (ahora de Gabriel Miró) fue y es una de las mejores y más agradables de Alicante. A su alrededor siempre ha habido comercios que daban y dan vida a esta plaza y a sus alrededores. Muchos de ellos, a partir de 1940, los cita Araceli Martinez Pineda en su libro mencionado. Como la administración de lotería nº 6 «el negrito» en el nº 1 de la plaza de Gabriel Miró, con un hombrecito sonriente de color sentado en un sillón de mimbre a la entrada del comercio, que daba suerte a los clientes de este establecimiento o eso decían sus dueños. En el nº 2, estuvieron los comercios Bambi y Fotos Miguel. En el nº 3, la Agencia Martínez. En los bajos del nº 4, Casa Burló, artículos de pesca. En el nº 5, Comercio de Levadura de Segundo Brufal. En el bajo del nº 6, Cervecería Bar Los Mariscos. En el nº 7, Reig Miró, Consignatario y Bodega Alatoz. En el nº 8, negocios de la familia Bonmatí. En el bajo del nº 9, parada de ordinarios de transporte y venta de hielo. En el del nº 11, azúcares de Sebastián Cortés. En el bajo del nº 12, autobuses Santa Pola. En el del nº 13, Bar Lola. En el nº 14 esquina con Rafael Terol nº 1, una barbería. En el nº 15, la farmacia Aznar. En los bajos del nº 16 Consignatario Vicente Ripoll y Mariano Paniagua. En el 17, alpargatería Valero. En el del nº 18, libros de lance. En los bajos del 19, una fontanería y un zapatero remendón. En el 20, la Bola de Oro. En el bajo del nº 21, electricidad Estela Sebastiá…
Pero todo tiene un final, también las modas. Cuando las ventas ya no eran lo que fueron, Galán traspasó la tienda a Ernesto Alberola Baeza, quien le aplicó su propia personalidad.
Pero Leandro era inquieto, necesitaba estar ocupado y emprender. Abrió otra tienda, esta vez de ultramarinos, de nombre «La Española», en la calle Vicente Inglada. Traía a su establecimiento género que nadie antes lo había conseguido, ya fuera exótico o difícil de encontrar, haciendo una clientela exclusiva de productos allende los mares que sólo se encontraba en el comercio de Galán.
Leandro Galán casó con la valenciana Dolores Sales Rubio con quien tuvo 9 hijos, tres en Santa fe (Argentina) y seis en Alicante (España). Leandro Galán Del Oso falleció en Alicante el 1 de febrero de 1951. Fue un emprendedor entusiasta, creía en lo que hacía y en lo que quería hacer. Al vender telas de alto standing se involucró pronto con la burguesía local frecuentando cafés y tertulias en el Real Casino o en las del hotel Samper. Quiso ser fundador de las entonces Fiestas de San Chuan con su amigo Jose María Py aunque su nombre pasó a un segundo plano por sus ideas progresistas que chocaron con las conservadoras de sus compañeros de emprendimiento, según cuenta el historiador Joaquín Santo en el prólogo del libro «Alicante. Arte y fuego. 1928-1936» de Armando Parodi.
Defensor de la familia, Leandro Galán dejó una amplia descendencia sembrando con su apellido generaciones futuras de alicantinos.