Opinión

¿Nunca se ha preguntado por el origen y evolución de la iluminación eléctrica en Alicante?

Opinión. Pascual Rosser Limiñana

| Radio El Campello

Con tanta polémica por los actuales precios de la luz eléctrica, y no es para menos, ¿nunca se ha preguntado por el origen de la iluminación eléctrica en la ciudad de Alicante? Curiosos son sus inicios, emprendedores los empresarios que apostaron por ella, y ambicioso su desarrollo hasta nuestros días.

Le invito a acompañarme en este recorrido por esta pequeña historia urbana sobre la luz eléctrica en la capital alicantina y descubramos la evolución de esta nueva aventura empresarial y de servicio público.

¿Se imagina las calles a oscuras por la noche? Generaban mucha inseguridad. Suponga el miedo que producía en muchos noctámbulos dar la vuelta a la esquina sin saber lo que se encontraría al doblarla después de festejos alterando el orden público, revoltosos juegos de cartas o lances amorosos donde la fidelidad matrimonial quedaba mancillada.

¿Qué sensación produciría que en calles y plazas solo hubiera una vela reluciente que mostrara la hornacina de un santo o de una virgen que venerar en una pared o que se situara en el dintel de una puerta señorial de uno de esos los edificios nobles que había en la ciudad? Salvo a aquello que se pretendía iluminar, su haz de luz no abarcaría mucho más. Era una aventura caminar por esas calles tan oscuras.

Tenemos que esperar a finales del siglo XVIII, nada menos, para ver las primeras iniciativas para iluminar la calle. En la mayoría de las ciudades españolas, también en Alicante, no había alumbrado callejero. No hace tanto de eso. Había que solucionarlo. Y para esto, el gobernador Francisco Pacheco y los regidores municipales Pizana, Alcaraz, Burrunyo y Pro, se pusieron manos a la obra. Nunca mejor dicho.

Solicitaron autorización al Rey Carlos III. Y la consiguieron. La Real Cédula de 13 de agosto de 1790, refrendada por el ministro Conde de Campomanes, autorizaba la instalación de faroles en las calles y plazas de la ciudad. Se dio el primer paso. El coste de instalación, conservación y combustible fue inicialmente de cuatro maravedises. Se instalaron unos 500 faroles triangulares que costaron unos 27.750 reales. Se llamaba la atención que los vecinos tenían la obligación de cuidarlos, evitando actos de vandalismo entre el vecindario. Por su parte, el consumo de aceite y su encendido costaba 26.350 reales.

Luego llegó el gas, promovido por los ediles Guardiola, Porcel y Puigcerver. El 7 de enero de 1857 el Ayuntamiento lo contrató con la Casa Melitón, Martínez y Cía. Se construyó una fábrica de gas, inaugurándola el 14 de abril de 1861. Se comprometieron a sustituir paulatinamente en la ciudad todo el alumbrado del aceite por el de gas.

Sin embargo, la fábrica de gas no tenía la exclusividad de la iluminación pública con aceite que había en la ciudad. Así, José Riguero ganó la subasta de este servicio en 1863 con condiciones: tenían que usar aceite viejo de aceituna, el alumbrado tenía que empezar al anochecer y apagarse a partir de la una de la madrugada, con excepciones como en la cárcel, que se mantenía toda la noche. A su vez, el día del Jueves Santo y de la Nochebuena el alumbrado tenía que durar hasta el amanecer. Y una curiosidad, las noches de luna llena no se encendía el alumbrado público, se entendía que no hacía falta.

Cuando el Ayuntamiento decidió instalar el alumbrado de gas en el malecón el 12 de octubre de 1868, la fábrica de gas era de la empresa francesa Lebón, Padre e Hijo y Cía. Esta se negó a instalar este servicio porque el Consistorio tenía deudas pendientes con ellos. Las relaciones se fueron agriando y el servicio restringiendo. Por esto, el Ayuntamiento sacó a pública subasta el alumbrado público alimentado por petróleo adjudicándoselo a Rafael Maimón para el periodo de junio de 1870 a junio de 1871.

En un artículo del periódico El Constitucional del 27 de febrero de 1878 se afirmaba que “el alumbrado público no puede ya considerarse como una medida cómoda, sino como una necesidad absoluta”. Si ahora en pleno siglo veintiuno lo es, imagínese entonces.

Otra empresa aparece en escena en 1871, la Compañía Madrileña de Alumbrado y Calefacción por Gas. El Ayuntamiento contrató con ella este servicio a partir de 1880, que sería de forma exclusiva durante 40 años.

En el populoso barrio de Benalúa el alumbrado público de gas se instaló en 1888 cuando la electricidad ya se planteaba como una alternativa.

En esta época el Ayuntamiento recibió varios proyectos para el alumbrado eléctrico, como los de la Sociedad hispano-franco-italiana constituida por Trino Esplá Visconti, la de Prytz y Campos o la francesa de Fourcade y Provot.

Con estas iniciativas llegarían nuevos cambios en el servicio. Fue en 1890. Se fundó la empresa Alumbrado Eléctrico Prytz y Campos. La crearon los empresarios Hugo Prytz y Guillermo Campos Carreras. Después de construir una central eléctrica en la avenida Alfonso El Sabio esquina con la calle Navas, se inauguró el alumbrado eléctrico en Alicante el 14 de abril de 1892, muy celebrado por la ciudadanía alicantina. Esta central la dirigió Trino Esplá a partir de 1908, en realidad fue él quien la proyectó originariamente.


La sustitución de los faroles de gas a electricidad
se llevó a cabo a lo largo de los años por diversas empresas, Electra Alicantina entre ellas. Esta fue fundada en 1900 por Ramón Guillén López, también dedicado a la explotación de tranvías eléctricos.

El alumbrado eléctrico se fue extendiendo por la ciudad. En 1912 se iluminó la xxplanada. En este mismo año se autorizó la construcción de la Central Eléctrica del Plá del Bon Repos, dirigido por Fernando Muñiz Pujalte, para suministrar electricidad al alumbrado público de las calles de San Antón y Carolinas.

El 8 de abril de 1918 se publicó un artículo en La Correspondencia de Alicante con el título de “El encarecimiento de la luz”. Ya se apuntaban maneras con su carestía. El artículo comparaba la distribución y el coste del servicio entre diferentes empresas. Ya ve que de una manera o de otra la historia se repite. Muñiz dejó este servicio en 1923 porque no le era rentable. Sus usuarios se cedieron a las empresas Distribución Eléctrica Alicantina y a Electra Alicante S.A. Estas dos empresas terminaron fusionándose, pasando a llamarse Hidroeléctrica Española después de algunos años, origen de Iberdrola.

Con la electricidad en las calles y en las fábricas, se desarrolló el progreso y se sentaron las bases de la ciudad moderna que es hoy Alicante. Pues eso.

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