Opinión

Mr. Josues, el espía

Opinión. Pascual Rosser Limiñana

| Radio El Campello

Mr. Josues, el espía

Opinión. Pascual Rosser Limiñana

“Alicante no sólo es pueblo de siesta eterna y deliciosa; es también nido y morada de genios”, en palabras del escritor Gabriel Miró. De unos de esos genios va la crónica de hoy. Allá vamos, que es para admirar la vida de este personaje. Hoy le contaré una de sus facetas más desconocidas. Ya verá.

Fue astrónomo, geógrafo, ingeniero naval, matemático, marino, enciclopedista, diplomático, … Y algo más. Fue un excelente espía al servicio de la Corona española. Vea.

Nació en Novelda el 5 de enero de 1713, hijo de Bernardo Juan y Violante Santacilia, bautizado cuatro días después de su nacimiento en la iglesia de Monforte del Cid. Me refiero al célebre Jorge Juan. Famoso por muchas cosas.

A los 17 años ingresa en la Compañía de Guardamarinas de Cádiz (1729). Como Sudbrigadier participa en la conquista de Orán (1732) y tiene la suerte y el honor de formar parte de la escolta al Príncipe Carlos a Nápoles (1734), quien sería Carlos III Rey de España.

Pronto le llegó la fama a Jorge Juan demostrando su esfuerzo, dedicación y talento, valores que puso en práctica cuando la Real Academia de Ciencias de Paris organiza una expedición a Ecuador para la medición del grado terrestre, impulsada por el Rey galo Luis XIV en colaboración con la Corona española. De España se sumaron dos personas, Jorge Juan, con 22 años, y Antonio de Ulloa con 19. ¿Se imagina lo que pasaría por sus cabezas a estos dos jóvenes? La aventura, la ambición de participar en expedición tan particular y el espíritu de servicio estaban entre sus inquietudes, además de emprender un largo viaje. La expedición salió el 26 de mayo de 1735 rumbo a Cartagena de Indias, Portobelo, Guayaquil y Quito. Duró once años, nada menos.

Con la publicación por Jorge Juan de “Relación histórica del viaje a la América Meridional para medir algunos grados de meridiano terrestre y venir por ellos en conocimiento de la verdadera figura y magnitud de la tierra”, impresa en Madrid en 1748, “sorprende a la Europa culta dando una longitud al grado distinto a la dada por los franceses. Jorge Juan se había consagrado como matemático”, en palabras de Manuel Martínez López, Doctor en Filosofía y Letras, en su libro “27 alicantinos ilustres”.

No pretendo hacer aquí un detalle pormenorizado de la biografía de Jorge Juan pero me viene bien citar esta expedición porque fue su carta de presentación en Londres para lo que le voy a contar seguidamente. Tanto es así que se relacionó con el Almirante George Anson y el Duque de Bedford, quien luego le perseguiría para detenerle. Y también es preciso comentarle la condición de Jorge Juan como marino porque esta le serviría de gran ayuda para la complicada misión a la que estaba destinado como espía. Ahora se lo cuento.

La finalidad de esa misión era la de construir una gran y poderosa Armada, que ya había iniciado el Rey Felipe V. Para esta se juntaron la combinación de grandes líderes del momento para conseguirlo como fueron el Rey Fernando VI (llamado “el prudente”), su primer ministro Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, el heroico marino Juan José Navarro, Marqués de la Victoria, y Jorge Juan. Se puso en práctica el dicho de “si quieres la paz, prepárate para la guerra”. Y eso hicieron. El Marqués de la Ensenada le escribió a Fernando VI en 1748 “Señor, sin Marina no puede ser respetada la Monarquía española, conservar el dominio de sus vastos estados, ni florecer esta Península, centro y corazón de todo. De este innegable principio se deduce que esta parte del gobierno merece la principal atención de S.M.”. Fue claro el ministro, ya ve, nada adulador, transparente en sus planteamientos y en la necesidad de consolidar la seguridad de los dominios españoles repartidos por el mundo con navíos mejor preparados para la defensa y el ataque.

El objetivo era construir 60 nuevos navíos de guerra en diez años, nada menos. Impresionante y ambicioso objetivo. Para esta empresa se destinaron cuatro millones de escudos em la Península, y casi un millón de pesos fuertes en América, según cuenta Victor San Juan en su libro “La Armada desconocida de Jorge Juan”. En cada uno de los astilleros de El Ferrol, Cartagena y Cádiz se construirían seis navíos al año y tres en el de La Habana. Permita que le cuente una curiosidad. ¿Sabe cuántos árboles necesitaba un navío para su construcción? Entre mil ochocientos y dos mil. Impresiona. Para la Península necesitaron talar treinta y dos mil cuatrocientos árboles.

Y para esta construcción naval se decidió espiar a Inglaterra, el peor enemigo de los dominios españoles. La misión era recabar la máxima información sobre su manera de construir los navíos de guerra, así como reclutar y traer a España a cientos de expertos carpinteros navales, cordeleros y veleros, con sus familias, para que construyeran esos barcos en España. La misión era muy ambiciosa y arriesgada, ya ve. De película, pero fue real. Para esto, Jorge Juan partió hacia Inglaterra acompañado de otros compañeros que tenían la misma función: espiar. En la primavera de 1749 partieron con él, José Solano y Bote, junto a Pedro de Mora y Salazar. Desde Cádiz, tomaron rumbo a Londres en la fragata The First August. En Londres los recibió el embajador español Ricardo Wall quien tenía que apoyarles en su misión y con quien comunicarían en clave todo lo que fueran descubriendo.

Pronto Jorge Juan y sus compañeros se dieron cuenta que los ingleses construían sus navíos de forma diferente a la española.

Para moverse por ambientes no oficiales, Jorge Juan adquirió identidades falsas. Respondía a los nombres de Mr. Josues y Mr. Sublevant. Reclutó a varios agentes como el capitán mercante Richard Morris y el sacerdote católico Lynch. El primero fue el encargado de fletar barcos mercantes para transportar a los carpinteros y sus familias que decidieron ir a España, con el sigilo y el disimulo adecuados para no ser descubiertos. Entre ellos, se embarcaron Richard Rooth, David Howell, Edward Bryant o la familia Mullan.

Además, descubrieron que el gobierno inglés estaba trabajando en la construcción de un cronómetro para el cálculo exacto de la longitud, así como los planes que tenían para instalar una base secreta en las islas Chiloé con la fragata Porcupine.

Tentaron mucho la suerte y fueron descubiertos. Solano y Mora consiguieron escapar con el paquete de Dover en dirección a Calais. Jorge Juan lo tuvo más difícil. Lo consiguió disfrazándose de marinero embarcando en el barco Santa Ana de Santoña con rumbo a Boulogne-sur-Mer. Serán sustituidos por otros espías. Jorge Juan, Solano y Mora no podían volver a Inglaterra. Habían cumplido su misión con creces.

Gracias a sus informaciones, se construyeron portentosos navíos de guerra. Los prototipos fueron el Aquilón y el Soberano de sesenta cañones cada uno. Destacaron muchos de ellos por sus cualidades como los llamados “Doce Apóstoles”: Oriente, Magnánimo, Eolo, Héctor, Brillante, Neptuno; Gallardo, Guerrero, Dichoso, Diligente y Monarca. En realidad, suman trece con los dos prototipos citados. Se botaron muchos más como el famoso Glorioso, entre ellos. Así, España fue incorporando una poderosa flota con el navío de 74 cañones como modelo.

Por citar una batalla naval, permita que cite la del Cabo Espartel. A ella acudió el navío Oriente con la escuadra hispano-francesa, que destacaba por su fábrica, potencia de fuego y maniobrabilidad. Después de varias horas de cañonearse ambas flotas, lo que quedaba de la inglesa se retiró con el orgullo mancillado. La Gaceta de Madrid publicó la victoria de la flota hispano-francesa. Esta batalla se detalla en el interesante libro “Leones del mar. La Real Armada española en el siglo XVIII”, escrita por Guillermo Nicieza Forcelledo.

Permita que aproveche para citarle además un clásico en redes sociales sobre temas navales, el blog “Todo a babor” de Juan García, de donde he cogido la imagen de la batalla de Chesapeake (1781) donde se ven “dos escuadras batiéndose en líneas paralelas, como en la Batalla Naval de Cabo Espartel el 20 de octubre de 1782, aunque no tan cercanas”

Recomiendo la lectura de ambos cuadernos de bitácoras, disfrutará de la mucha y buena información que se narra de una época también gloriosa de la historia de España.

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