Opinión

De Barcelona a Alicante en triciclo, ¿se lo imagina?

Opinión. Pascual Rosser Limiñana

| Radio El Campello

De Barcelona a Alicante en triciclo, ¿se lo imagina?

Opinión. Pascual Rosser Limiñana

De Barcelona a Alicante en triciclo, nada menos. ¿Se lo imagina? Solo pensarlo, cansa. Y no por vago, sino por su duración y recorrido. Se preguntará cómo se propusieron hacer esta proeza. Ahora se lo cuento: pedaleando durante 72 horas. Consultando la distancia de este objetivo en el actual Google Maps veo que se recorrería en unas 48 horas en bicicleta.

Claro que hoy los caminos y carreteras nada tienen que ver con los de finales del siglo XIX, que es cuando se propuso hacer este reto. Además, un triciclo de entonces nada se puede comparar con una bicicleta de ahora.

Cuando le diga el vehículo con que su impulsor se propuso recorrer esa distancia, no se lo va a creer. ¡Un triciclo sociable! Se preguntará que es eso de “sociable”. Ya sabe que un triciclo tiene tres ruedas. Y sociable se refería a que lo llevaban dos personas. Vaya, qué avanzados, un tándem que diríamos ahora. Se movía por el pedaleo de sus “tripulantes”. Luego le doy más detalles. Mantener el equilibrio por parte de sus ocupantes allá arriba tenía que ser un número, imagine además pedalear en ese artilugio tantos cientos de kilómetros. Tendrían más moral que el alcoyano, que diría aquél.

¿A quien se le ocurrió semejante proyecto, por qué el recorrido elegido fue de Barcelona a Alicante? El periódico alicantino “El Siglo XIX” lo incluyó en sus noticias. Antes de narrárselo, permita que le mencione algunos datos de este noticiario local.

Inició su andadura el 4 de marzo de 1888. En su cabecera se destacaba su nombre- “El Siglo XIX”. Debajo de él se decía que era un “periódico científico, literario, artístico e industrial” y añadía en letras más pequeñas que se trataba “de intereses generales”. Curiosa manera de manifestar que podían contar noticias de casi todo. Se publicaba dos veces al mes. ¿Se imagina los días? Ya se lo digo yo, no se apure. Era el primero y el último de cada mes. Su director fue M. Agulló Gisbert. Su redacción estaba ubicada en la calle Princesa, actual Rafael Altamira.

Y la noticia que nos ocupa, fíjese cómo nos la comunican. La trascribo tal cual, merece su mención. Dice así. “Hoy nos toca ocuparnos, aunque sea sucintamente, de la invención llevada a cabo por el inteligente y probo empleado en Obras Públicas nuestro particular amigo don Julio Maquieyra”.

Siguió manifestando que “consiste en un velocípedo “triciclo sociable”, perfectamente acondicionado para viaje y recreo”. Me cuesta imaginar cuáles fueron sus comodidades, salvo que los sillines fueran blandos y que el respaldo de cada uno no se clavara en la espalda de sus usuarios.

La noticia da datos de este triciclo. Dijo que “su mecanismo, según hemos podido apreciar por los planos, consiste en una combinación de cuatro palancas de primer orden apoyadas en forma tubular sobre dos ejes que contienen ocho excéntricos, produciéndose el movimiento y fuerza con suma facilidad y sin gran esfuerzo”. Es fácil decirlo, habría que probarlo.

“Esa fuerza se halla perfectamente protegida por un polígono o volante de los usuales a toda clase de máquinas” – sigue diciendo el periódico – “y viene a resolver en este caso concreto la ardua cuestión de los planos inclinados, permitiendo su acceso sin necesidad de empleo de mayor fuerza impulsadora que la usual a los planos horizontales”. ¿Qué le parece, se lo cree?

El redactor sigue dando más detalles de este invento diciendo que “el señor Maquieyra espera en un breve plazo proceder a la construcción de su primera máquina en Barcelona, y efectuar el recorrido desde dicha capital a Alicante por carretera como primera prueba, llevando a cabo el viaje en 72 horas”. Suena a disparate, pero ya sabe que si quiere cumplir un sueño tiene que poner todos sus medios a su alcance para conseguirlo. Y esto es lo que se había propuesto Maquieyra. El periodista Rafael Quilis Molina, que menciona este hecho en su libro “La anécdota en la prensa alicantina del siglo XIX”, manifiesta que esta aventura “es una barbaridad”. Pues ya ve, no soy el único que opina así.

Pero ¿por qué Maquieyra decidió que su triciclo sociable se estrenara en Barcelona y por qué su primer recorrido fuese desde la ciudad condal hasta Alicante?. Todo tiene una explicación. Mire.

La construcción de este triciclo pudo hacerlo en cualquier ciudad donde se manufacturase el metal. Lo haría en Barcelona porque en ella se iba a celebrar la Exposición Universal de 1888. Todo estaba a su favor. El Alcalde de Barcelona, Rius Tablet, convenció a Sagasta, Presidente del Gobierno, para emprender esta Exposición en su ciudad. El reino de España se iba a volcar en este acontecimiento, aportó la estimable suma de dos millones de pesetas con este fin, una suma considerable para la época. Los inventores de Europa iban a estar allí, también los inversores. Y las novedades industriales y empresariales se presentarían durante esas jornadas. Participaron 6.233 expositores españoles, además de las exposiciones organizadas en los pabellones de unos 30 países entre ellos Alemania, Francia, EEUU, Noruega, Suiza, Chile, Uruguay, China, Rusia, … Fue un gran éxito institucional, empresarial y cultural.

Se iniciaría el 8 de abril, aunque se inauguraría oficialmente el 20 de mayo de 1888 por la Reina Regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, viuda del rey Alfonso XII y madre de Alfonso XIII. Y no sólo la inauguró, asistiendo varios días a las exposiciones españolas y a los pabellones de países extranjeros. La Familia Real permaneció en Barcelona hasta finales de julio de ese año.

En esta Exposición Universal es donde Maquieyra presentó su proyecto convencido que tendría como asesores a otros emprendedores como él en un ambiente adecuado para sus propósitos. Estaba seguro que sería fácil persuadir a los financieros necesarios para construir su triciclo sociable y estrenarlo desde la ciudad condal a la capital alicantina. Sabía que había elegido el mejor escenario, en aquella sociedad reflejo de la buena relación entre la restaurada monarquía y la burguesía industrial catalana, y del resto de España, que buscaba paz social para tener un desarrollo económico sostenible.

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