El alcalde de El Campello, Juanjo Berenguer, está firmemente decidido a hacer realidad el acuerdo alcanzado con la familia de Rafael Altamira para repatriar los restos del jurista, humanista y literato desde México DF hasta el cementerio campellero.
Sabedor de que se trata de una empresa que requiere un arduo trabajo burocrático y unos gastos cuyo montante se desconoce de momento, el primer edil ha pedido ya oficialmente a instituciones españolas y mexicanas que se impliquen en el proyecto y colaboren para que la iniciativa llegue a buen puerto.
En esa línea de reclamar apoyos, esta semana han salido desde Alcaldía cartas dirigidas al presidente de la Diputación Provincial, Carlos Mazón; el presidente de la Generalitat, Ximo Puig; el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares; El ministro de Cultura, Miquel Iceta; el embajador de España en México, Juan López-Dóriga, y el embajador de México en España, Quirino Ordaz.
En todos los casos, Juanjo Berenguer explica a los destinatarios las razones que le llevan a plantear el proyecto, les pide respaldo institucional y, en algunos casos, compartir los gastos del proceso del traslado a El Campello de los restos mortales de Altamira y su mujer, Pilar Redondo.
Altamira, nacido en Alicante en 1866, falleció en la capital de México en el año 1951, donde vivía exiliado y donde reposan sus restos en una sepultura sita en el Pabellón Español del cementerio del Distrito Federal, ciertamente mal conservada y preocupantemente deteriorada por el paso de los años.
En algunos de sus escritos, y en declaraciones vertidas en la prensa de la época, el humanista siempre tuvo a gala valorar su estrecha vinculación con el municipio de El Campello, donde pasó su niñez y adolescencia y cuyo cementerio acoge a sus progenitores, fallecidos aquí.
En una entrevista concedida al diario “El Día” el 2 de mayo de 1935, el ilustre personaje declaró que “cuando se me aparte de la vida oficial, me retiraré al rincón de mis amores más gratos: a Campello”.
“Ese deseo, compartido por sus herederos y por este Ayuntamiento, nos alienta a iniciar con inmediatez los trámites administrativos, diplomáticos y de toda índole para conseguir precisamente eso: que Rafael Altamira vuelva a la que consideraba su casa (El Campello) y se le reciba con todos los honores”, escribe Berenguer.
“Somos conscientes”, concluye la misiva, “de que las repatriaciones llegarán tras un proceso burocrático largo y farragoso, que implicará a varias instituciones públicas españolas y mejicanas, pero sin duda será muy gratificante si conseguimos el objetivo”.